6 de julio de 2016

Uzbekistán - Bukhara - Madraza Mavlono Assiri - Madraza Abdullah Khan - Madraza Modari Khan


Exploradores en la madraza

Tras las visitas de la mañana, al mausoleo Bajautdin Naqshband,  al palacio Sitorai Makhi Khosa, y al mausoleo y necrópolis Chor Bakr, y de la comida en el hotel, sin mucho descanso decidimos salir temprano a pasear por Bukhara, tenemos algunos lugares pendientes que nos gustaría conocer, y eso que el sol en su apogeo no es mejor compañía para pasear, pero ahora es el momento, así que lo primero es abastecernos de agua, que no nos puede faltar. Comenzamos aumentando la colección visual y fotográfica de novios en Uzbekistán, de nuevo junto a la plaza Lyabi-Hauz, con la particularidad de los pantalones que lleva la novia. 


Atravesamos el bazar Telpak Furushon.


Y salimos por una puerta todavía no utilizada en este bazar, que da a lo que hemos dado en llamar la cara B del país, una calle sin asfaltar, casas humildes, vida cotidiana de los habitantes si asomas la nariz discretamente. Para muchos puede resultar un despropósito andar por aquí, pero hasta estos lugares tienen su encanto si abres los ojos y los sentidos, y por supuesto te acerca a la realidad no turística de las ciudades. 



Luego salimos a calles más principales, callejear sin tener un mapa detallado, como es nuestro caso, puede significar no llegar a ningún sitio y tener que volver, y lo que queremos es llegar a algunos sitios que todavía no hemos visitado. Así pasamos por una madraza sin nombre, que lo tendrá, pero cuya información no teníamos. 



Pasamos junto a una entrada-arco del parque Samani, que de momento nos saltamos. 


También pasamos junto a la madraza Mavlono Assiri, construida en el siglo XVIII, que en esta ocasión si tiene su cartel identificador en la fachada. 


Finalmente llegamos a una explanada o plaza donde hay dos madrazas. Por un lado, la madraza Abdullah Khan, construida en el siglo XVI, que presenta una fachada cubierta de cerámica, aunque bastante desconchada, se nota que la restauración no ha llegado todavía aquí, y no sabremos si lo hará. 



Al tener las puertas abiertas entramos, y allí dos hombres están compartiendo el final de una comida o una merienda dada la hora que es, están disfrutando de una sandía. Por aquello de las costumbres, soy mujer y voy en camiseta de tirantes, me quedo en segundo plano y dejo que mi marido “hable” con el que parece encargado de la madraza, que antes de entrar en faena lo primero que hace es ofrecerle un trozo de sandía, tras lo cual me ofrece otro a mí, ¡y vive Dios o Alá!, con ganas o sin ellas nos la comimos, que no era cuestión de empezar con un desaire.

La madraza se puede visitar previo pago al caballero de la sandía (creo recordar que 4.000 soms por cabeza, pero no intentamos regatear; queremos entrar, nos parece un precio adecuado, pues pagamos). 



Salimos al patio donde se distribuyen las celdas. 


Y tenemos nuestro momento de libertad, entrando y saliendo por pasillos, escaleras, celdas; también es un poco de momento de inconsciencia, aunque controlada de alguna manera, porque hay zonas de pavimento que no parecen muy seguras, y esto no tiene ningún tipo de control, si se hunde el suelo, tú te caes. 



Desde el segundo piso tenemos buenas vistas hacia el interior, bajo la cúpula. 



Y también tenemos vistas del patio central. 



Damos un último recorrido por algunas celdas y salimos. 



Frente a esta madraza se encuentra la madraza Modari Khan, construida también en el siglo XVI. 



En esta ocasión solo entramos al patio y nos dejamos de exploraciones, pero aquí nadie nos pidió entrada, ni siquiera el señor de la otra madraza, que fácilmente podría haber salido corriendo para cobrarnos otra entrada. Por la cantidad de mesas-cama que vemos apiladas bien podría haberse utilizado como restaurante; pero lo más llamativo es la piscina de plástico que hay bajo uno de los arcos.