Muchas sombras y poca luz
Tras un largo pero no demasiado cansado viaje, desde San José hemos llegado a Puerto Viejo de Talamanca, donde lo primero es ir al hotel para soltar maletas y cuerpos. El elegido fue Cariblue Beach and Jungle Resort, con el que el feeling internauta no era del todo total por mi parte, y al que le dí infinidad de vueltas y revueltas, pero como su situación era mejor respecto a la otra opción que rondaba mi mente, finalmente acepté este.
Al llegar, sobre la una y media de la tarde, la habitación no está preparada, cosa que no es de extrañar, ya que va siendo normal la ocupación en los hoteles a partir de las tres, que si tienes suerte se puede cumplir o adelantar, y si no la tienes, entras cuando puedes. Decidimos que nos quedaremos a esperar la habitación y que no saldremos a explorar los alrededores, ya que nos gustaría darnos una ducha, cambiarnos, dejar documentación y otros objetos en la habitación para no tener que cargar con ellos.
El lugar que ocupa el hotel y su concepción nos parecen perfectas, bungalows repartidos por un amplio jardín lleno de vegetación, que crece más a su aire por algunas zonas que controlada por jardineros, un jardín selvático pero muy agradable y natural.
Durante la espera, algo más de una eterna hora -espera que no somos los únicos en hacerla, también hay otras familias- curioseamos un poco las instalaciones del hotel para saber el terreno por donde nos moveremos.
Junto a la zona de recepción hay una pequeña zona de espera, allí estamos todos, y una tienda donde venden algunos souvenirs, camisetas, pareos y bañadores. Hacia el otro lado, el restaurante, donde dan desayunos y cenas, ya que las comidas se realizan en otro local, que tiene acceso desde aquí o desde la carretera principal de Puerto Viejo, así se amplia en número de comensales, clientes y ajenos. Techos de paja cubren las construcciones, todo muy caribeño.
Al fondo del restaurante hay como una zona de copas, en la que nunca vimos a nadie haciendo uso de ella, pero lo bueno es que la barra tiene también comunicación con la piscina, directamente al agua, a la pileta, donde hay unos taburetes de obra para remojarte por dentro y por fuera al mismo tiempo.
La piscina tiene un
tamaño aceptable, además no vimos una gran ocupación en ella, lo malo es que si
alguna familia se creía la dueña de ella y la ocupaba de punta a punta para
jugar al tenis acuático no tenías mucha opción de bañarte a no ser que
quisieras recibir un pelotazo, ¡viva la educación!, menos mal que por lo menos no ocuparon todas las hamacas. Por la noche las luces de color la hacen continuar de azul
o a pasar a un rojo donde parece que hubieran estado los tiburones o los cocodrilos en una noche
descontrolada de festín gastronómico.
La piscina tiene
normas, una de ellas del año de Maricastaña, no bañarse si se acaba de comer... me recuerda mi niñez y a mis padres reloj en mano para dar permiso al baño.
Exploramos el jardín
y sus plantas.
Y tenemos la primera
gran sorpresa animal, en una de las hojas de una planta hay un pequeño animal, precioso,
una rana del tamaño de un pulgar (o menos) con bellos colores, verde y azul, una Dendrobates
auratus, una rana venenosa de punta de flecha, cuyo veneno alcaloide se
encuentra en su piel, y que obtienen de su dieta, de los artrópodos que lo
contienen y se comen. En otra ocasión, sin cámara de fotos ni teléfono vimos
una compañera en azul y negro; son increíblemente bellas. Una grata sorpresa y un bonito recibimiento de
la fauna del país. El veneno en frasco pequeño ya se sabe.
Durante la espera nos informan del
número de habitación que tendremos, y que estará lista en poco tiempo más, así
que me voy en su busca para saber dónde está (premonición), llevándome una sorpresa que no me
gusta, así que vuelvo e intento un cambio de habitación en recepción, pero no
hay manera, con una educación justa (casi a punto de no ser educación ni justa) pero con caras de pocos amigos, me dicen
que el hotel está completo y que está es la habitación libre. Pues no es lo que
yo había contratado, como les demuestro en su página web, pero según ellos sí
que lo es... discusión perdida de antemano.
Bueeno, pues si no
queremos peregrinar llamando por teléfono a otros hoteles, que me supongo
llenos, admitimos esta habitación. Mi marido no sabe qué es lo que pasa, porque
nunca ha estado al pendiente de los hoteles, habitaciones y tampoco ha venido
conmigo en mi excursión.
Como nuestra habitación
está casi al final del complejo, para llegar hasta ella vemos algunos de los
tipos de habitación, se trata de bungalows, en los que puede haber una, dos o cuatro habitaciones.
Algunos bungalows son
individuales, en este caso se trata de una Junior Suite, que una vez pasado lo
pasado era la que tenía que haber contratado para asegurarme, pero me parecía
un exceso de habitación para dos noches y dos personas (en hoteles nunca nada termina siendo excesivo), así que opté por lo que llamaron bungalow, y que especificaba que era individual, sin vecinos.
A una gran parte de
los bungalows se entra por un “vestíbulo” exterior realizado con troncos y
techo de paja, muy bucólico y caribeño.
Y esta es nuestra
habitación, que vista así puede parecer bien, y hasta demasiado grande.
Una amplia terraza,
con un sofá, una mesa grande con sillas, y una cocina, detalle que me llama la
atención mucho, porque esto no lo había leído en las características de la
habitación contratada. El truco, esa cocina separa dos habitaciones, que
comparten la terraza, ya que el conjunto se llama Jungle Family House, y claramente
nosotros no formamos una familia con los ocupantes de al lado. Lo que habíamos
contratado era un bungalow, que su página web anuncia como muy privado, y esto
de privado no tiene nada. Me pongo en contacto con la agencia touroperadora
para contarles el pequeño problema (no vamos a convertirlo en uno grande porque
sería una exageración), y ellos se ponen en contacto con el hotel, recibiendo
la misma respuesta, que esto es un bungalow, pues entonces no lo publiciten
como un tipo de habitación independiente. Tendremos que encomendarnos para que
nuestros vecinos no sean unos juerguistas, o si viajan con niños que no sean
unos trastos (que tienen todo el derecho a serlo, pero no me gustaría tenerlos
al lado).
En nuestro trozo de
terraza, una bonita hamaca para pasar tardes de calor o noches de mosquitos,
pero coqueta sí que es.
La habitación,
forrada parcialmente en madera no es muy grande, cosa que ya me esperaba por lo
que esto no me incomoda ni me disgusta, si hubiera querido algo más grande, la Junior Suite directamente. Lo único es que aparte de la cama principal
hay montada otra cama (¡aja!, las familias), que para el caso de que la habitación la usen dos
personas sería mejor dejarla como sofá, que sería tan fácil como cubrirla con
una bonita colcha y no hacer la cama con su juego de sábanas; viendo la parte
positiva, es que si nos cansamos el uno del otro podremos cambiarnos de cama,
aunque esto no ocurrirá, porque usaremos esta segunda cama para dejar las maletas la
mayor parte del tiempo.
Hay aire
acondicionado, ¡bendito sea!, porque el calor y la humedad son sofocantes.
Sobre la cama, el detalle de dos figuras de cisnes realizados con toallas.
No hay armario
propiamente dicho, hay una estructura de madera de la que cuelgan algunas
perchas. Bajo ella un mueble con dos baldas, donde hay una pequeña caja de seguridad.
Del baño no tenemos fotografías,
pero es un gran baño, con una ducha de obra muy amplia cubierta de teselas de
mosaicos. Tras colocar maletas, refrescarnos, cambiarnos, hacer las gestiones,
bajar un poco los malos humos... volvemos a recepción, donde les informo que mi enfado no ha
sido una locura total, que estamos celebrando nuestros 25 años de casados y que
precisamente este bungalow no es para una bonita luna de remiel. Cambian las
caras de recepción, y ahora sin llegar a haber disculpas, si hay nota de
preocupación y no de pasotismo como había pasado hasta el momento, y aunque no
hay habitación hoy disponible, si tendríamos una mañana, pero después de
valorarlo, decidimos jugar a la ruleta rusa de los vecinos y quedarnos en esta, no queremos
volver a empaquetar todo lo colocado en la habitación (trabajo rápido en realidad, pero
llevamos en marcha desde las 6.30 de la mañana y queremos relax de una vez).
En recepción
preguntamos por el wifi, y nos dan varias claves, para que probemos, con lo que
confianza no nos genera demasiada, pero luego afortunadamente funcionó una de
ellas, y en la habitación pudimos comunicarnos con el mundo exterior, sin
necesidad de tener que ir a recepción, que es lo que suele ser más común en los
hoteles ya que la señal es más potente.
Como no ha habido
encantamiento con el hotel, lo que queremos es salir de allí lo más rápido
posible, preguntamos por ir al pueblo y nos dicen que pueden llamar a un taxi
que nos costara unos 5$, así que como es tarde, ya estamos a las 15.30 h
aproximadamente entre unas cosas y otras, pedimos el taxi. Pero esta historia
la contaré en otra entrada.
Para rematar el hotel
y sus instalaciones, nos queda conocer su gastronomía. Tomamos un desayuno (el
otro era imposible porque nos recogían demasiado temprano para estar abiertos
ellos y nosotros) y dos cenas.
Las cenas se
acompañarán de cerveza nacional, Imperial o Pilsen. El restaurante por la noche está bastante lleno, y en
cocina deben estar desbordados porque tardaron muchísimo en atendernos y más en
servirnos, pero estamos en el Caribe y ¡Pura Vida! Hoy no me he aplicado repelente
de insectos en brazos y piernas y los mosquitos tienen un pequeño festín a mi
costa.
La primera noche
tomaremos hamburguesa gourmet (pan casero, carne Angus, lechuga, tomate,
cebolla y queso suizo); y como no tenían atún del chef, que fue mi elección, me
ofrecieron otro pescado, un mahi mahi al ajillo, que acompañan con ensalada y
patatas fritas (el mahi mahi es conocido también como dorado o pez limón, y
recuerda al pez espada en su sabor). Buenos los dos la verdad, que incluso dado
como iban las cosas en general hasta teníamos algo de miedo en su resultado gastronómico. De postre, compartimos una crema catalana, que nos hizo
gracia.
En la segunda cena pedimos un frito mixto de la casa
(calamares, camarones y verduras en tempura, con salsa tartara), y un pargo a
la plancha, pescado que ya habíamos probado en la soda Shekiná y pensamos que sería una apuesta
segura. Sin lugar a dudas, mucho mejor el pargo que la fritura, con rebozado en
lugar de tempura y muy plano de sabor. De postre, compartimos un sencillo
helado de vainilla. Hoy sí llevo “eau de Relec”, el repelente de insectos, y
aunque su olor no es el más agradable para comer, es efectivo y no soy plato de
comida para ningún insecto.
El hotel no está mal
en general, pero el personal de recepción tiene sus luces y sombras, el trato
tiene su punto de desidia; en el restaurante hay que tener una paciencia
tremenda, que no sé si es la que se tiene cuando se está cansado o se viaja con
niños. ¿Volver?, pues no, buscaría otras opciones, aunque la ventaja que tiene
este hotel es su localización, y sobre todo, el aire acondicionado de las
habitaciones, que aunque no son ecológicos son efectivos, y no todos los
hoteles disponen de estos aparatos, la mayoría suelen disponer de un ventilador
de techo (que también teníamos, en nuestro caso para circular el aire
fresquito). Y es que no se puede tener todo, localización, buenas
instalaciones, buen servicio, buena gastronomía… para esto hay que pagar, y no
siempre pagando se obtiene lo que se espera y desea.
La localización no es
mala, porque aunque no está frente a la playa, está muy cerca de ella, de playa Cocles, cruzando la carretera, así como
de Puerto Viejo, por lo que el paseo es corto y fácil; lo malo es que por la
noche la iluminación no es la mejor como para acercarse a cualquiera de estos
lugares caminando, pero los taxis son baratos y una buena alternativa.
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