26 de mayo de 2017

Costa Rica - Puerto Viejo de Talamanca



Sin salsa brava

En la recepción del hotel nos piden un taxi para acercarnos  al centro de Puerto Viejo de Talamanca, situado a unos 2 km, y al taxista le pedimos que nos lleve a un sitio para comer, donde lo haría él, que no sea demasiado turístico a ser posible, y nos deja en la soda Shekiná, que ofrece comida afrocaribeña, como corresponde a la población y a esta zona costera. Nos pide 4$ y le dejamos 5$, ha sido agradable en el corto trayecto, y le hemos pedido un favor que hay que agradecer, o eso esperamos cuando comamos, que ya son casi las 15.30 h. 




Las sodas son los restaurantes populares en Costa Rica, algo así como serían nuestras tascas con menú. Hay mesas de banco corrido, así que es fácil que se compartan si el local se llena, aunque a estas horas lo raro es que seguimos llegando clientes y siguen aceptándonos, ¡pura vida!


También hay mesas más pequeñas, y en una de ellas nos sentamos. 



No sirven bebidas alcohólicas, así que optamos por dos buenos zumos: de piña y de tamarindo, que entran rápidos al estar fresquitos y  al hacer un calor y una humedad tremendos. ¡Que me chuten zumos en vena!



Nos pedimos dos casados, dos platos combinados. Uno de pollo con salsa caribeña, acompañado de rice and beans (sí, el gallo pinto pero al estilo afrocaribeño, guisado con leche de coco), ensalada y plátano frito, un buen plato, muy sabroso. 




Y mi primer pargo, en este caso a la plancha, acompañado de ensalada y patacones (rodajas de plátano verde fritas). ¡Que ricoooo!, el pargo estaba buenísimo, muy hecho, churruscadito, y me lo fui comiendo con los dedos en lugar de con cubiertos, como los nacionales, ya que es cómo se debe comer para saborearlo, le fui desmenuzando, comiéndome su carne y chupando espinas... si mi madre me ve no se lo cree. 


El precio no lo apunté, pero no fue caro, y sin que esperéis grandes alardes culinarios ni exquisitas decoraciones, y por supuesto tampoco un servicio ultra rápido (recordar ¡Pura Vida!), hoy por hoy (agosto 2016) podemos recomendar esta soda, situada casi al final de la calle 213, y desde ella hacia el fondo, la "selva". 



Lo mejor después de comer es dar un paseo para conocer Puerto Viejo, así que a caminar hacia el otro lado. 




Si no quieres caminar, unos tándem en paralelo de alquiler. 




Las iglesias que veremos a partir de ahora por el país  por regla general serán de este tipo, sin saber con exactitud la fe que se profesa, católica, baptista, metodista…



Pero las "iglesias" más frecuentes en Puerto Viejo son los bares y restaurantes coloridos, en este caso una mezcla de taberna pirata con grafittis y almacén de cachivaches. 





Una divertida partida de ajedrez, Pilsen contra Imperial, donde no te "comes" las piezas, te las bebes.




Haber llegado hasta Puerto Viejo solo tiene una razón básica, que secundarias hay varias, el mar Caribe, que a pesar de ser un día plomizo sin sol, nos ofrece sus bonitas postales de agua, palmeras, arena…el paraíso, donde las palmeras parecen llevar faldas (son las raíces) y que en cualquier momento se van a poner a bailar a ritmo de reggae o reggaetón (música que llegó con los esclavos jamaicanos para la construcción del ferrocarril que unía esta zona con el Valle Central), pero la realidad no es tan idílica, es que el mar le ha ido ganando terreno a la playa, y la va erosionando, todo esto debido al cambio climático (aunque Trump no se lo crea). 





La carretera, que es la calle principal del pueblo, es una sucesión de bares, restaurantes, tiendas, hoteles u hostales. Todos ellos muy coloridos. 





Hacia el otro, continúa el mar, que todavía no presenta todas sus cartas, ya que no hay zona de arena como para bañarse. Nosotros estamos caminando de norte a sur, en dirección al hotel. 




Hacemos una parada en una tienda, nunca se sabe qué se puede encontrar, por supuesto, música de Bob Marley nos acompaña en la visita. 




Más adelante miramos la posibilidad de entrar a la playa, para ir paseando por ella, pero no hay prácticamente playa, está tomada por el mar y desistimos del intento pensando que posiblemente más adelante podamos hacerlo. Las corrientes en la zona son muy fuertes, y en esta zona se encuentra uno de los mayores rompientes de Costa Rica, que ofrece buenas olas a derecha e izquierda para los surfistas, es conocido como Salsa Brava, donde se han roto muchas tablas al dar de lleno en el arrecife (mientras solo sean tablas y no huesos o cabezas). 






Continuamos caminando por la carretera, y para nuestra tristeza no vemos el modo de acceder a la playa ya que hay hoteles con el paso cerrado, y allá por donde vemos que pudiera ser posible es un auténtico barrizal por el que deberíamos pasar, y sinceramente, no nos parece que compense todavía el hacer este desvío sin saber si tendrá resultado. Atención a la publicidad de una cerveza bien fresquita (y que nadie me tilde de machista, que esto es lo más fácil). 






Finalmente podemos acceder a playa Cocles, donde practicar el baño y un surf más seguro, aunque nunca hay que dejar de tener precaución porque las resacas son fuertes. 






No llevamos puesto el bañador ni llevamos toallas (un fallo total) así que solo paseamos un poco por la arena, disfrutamos del ambiente que hay en la playa y poco más, ya tendremos ocasión de probar el agua del mar Caribe, haciendo snorkel en el Parque Nacional Cahuita, así que llegamos al hotel, a descansar del día y a cenar. 

Terminamos con música de Walter Ferguson,  un panameño que se instaló en la cercana Cahuita, y que deleita con sus calypsos.