Paseando
por un zoológico natural
Tras nuestra pequeña aventura
haciendo snorkel por el fondo marino caribeño desembarcamos en Punta Cahuita.
Vamos a pasear por
una zona del Parque Nacional Cahuita, un pequeño parque de 1.102 ha de cobertura
terrestre y 23.290 ha de cobertura marina, declarado Parque Nacional en 1978, que
por su facilidad para llegar (y creo que se puede llegar a todos los parques nacionales del país sin ningún
problema) y por su buena localización costera es uno de los más visitados del
país. Solo vamos a recorrer el sector Playa Blanca, en el lado este, con lo que
el oeste, que posiblemente esté menos transitado, nos quedará pendiente.
Para aquellos que
recorren el parque por su cuenta hay un aviso, que será mejor tener en cuenta.
Y para todos, un
consejo si queremos contribuir a mantener el
hábitat y la fauna, pero que por desgracia no siempre se respeta. La pregunta
es ¿veremos monos?
El parque ocupa un
bosque pluvial costero y la humedad en su interior es tremenda, casi que falta
la respiración, y el cuerpo no deja de producir agua, aparte de la que aporta
el agua del mar, somos auténticas esponjas humanas chorreantes.
A pesar de este calor asfixiante ir caminando junto a
la costa es una gozada, la visión es magnífica, de paraíso.
La fauna comienza a
saludarnos, en este caso creo que se trata de una garza tigre, apodo que
supongo le viene dado por sus plumas como manchadas.
Si bien los insectos
o similares no son precisamente santo de mi devoción, no puedo dejar de admirar
el colorido de esta oruga negra, blanca y roja (el rojo se encuentra en unos
pequeños puntos en las puntas de sus pelos).
Nuestro guía es un
amante de las serpientes, de ahí su apodo Boa, pero también de los reptiles en
general, por lo que los atrapa con facilidad y con mucha dulzura. En este caso nos enseña, eso creo, una
chisbala centroamericana, negra con unas rayas verde fosforito muy llamativas.
La humedad del lugar
hace que los troncos de los árboles, ya sea en pie o en el suelo, acojan hongos
en ellos; la vida se abre paso.
Vemos gran variedad
de unos frutos rojizos, por los que preguntamos, ya que además los hemos ido
viendo puntualmente durante los desplazamientos. Se trata de la caña agria, que
tiene varios usos medicinales y que es un alimento preferido de los monos
carablanca, de nuevo nos preguntamos ¿veremos monos?
¡Sí!, ¡vemos monos!,
allí están disfrutando de la caña agria. Los monos carablanca también reciben el
nombre de capuchinos, y nos resultan simpáticos, por lo menos hoy y así vistos. Y allí está, degustando una caña agria con fruición.
Aunque alguno parece
estar enfadado, o sencillamente a nuestro paso está cuidando de su familia, de su comida, de su casa, y
está alerta.
Parece que están
posando para las fotografías, porque si bien se han puesto en movimiento,
también se quedan a la espera, y nuestras cámaras echan humo, hay que tener en
cuenta que para nosotros es la primera vez que los vemos en su hábitat natural
y no en un zoológico, por lo que es una novedad.
Tendremos un segundo encuentro con los monos carablanca en el manglar isla Damas, y ahí sí que notamos su enfado, ¡querían comida!
El agua del mar comienza a tener un color de barro, con lo que ahora no es demasiado apetecible el baño, pero sigue siendo bonito. El color viene dado porque cerca desemboca el río Perezoso, y en su curso arrastra de todo. Es fácil vadearlo porque la marea no está alta y no hay que meterse de “patas” en él, pero en ocasiones, entre la marea y la lluvia esto puede representar tener que cambiarse al menos de calcetines cuando se termine el paseo, o sencillamente hacerlo en chanclas, que es como muchos van, pero el calzado no lo encuentro el más apropiado para evitar pincharse con algún elemento, aunque el camino sea fácil, y ni el propio guía las lleva.
El agua del mar comienza a tener un color de barro, con lo que ahora no es demasiado apetecible el baño, pero sigue siendo bonito. El color viene dado porque cerca desemboca el río Perezoso, y en su curso arrastra de todo. Es fácil vadearlo porque la marea no está alta y no hay que meterse de “patas” en él, pero en ocasiones, entre la marea y la lluvia esto puede representar tener que cambiarse al menos de calcetines cuando se termine el paseo, o sencillamente hacerlo en chanclas, que es como muchos van, pero el calzado no lo encuentro el más apropiado para evitar pincharse con algún elemento, aunque el camino sea fácil, y ni el propio guía las lleva.
Vemos otro fruto,
blanco con puntitos amarillos, se trata del noni, con también supuestas
propiedades medicinales con el que se suele hacer jugo, pero nosotros no lo
probamos como para saber sus cualidades o su sabor.
¡Mi madre!, junto al
camino, en un árbol hay enroscada una preciosa (extraño adjetivo) serpiente amarilla, la oropel o
bocaracá, también conocida como víbora de las palmeras, que puede ser de este
color o verde. Es una serpiente venenosa, hemotóxica, y sobre los ojos tiene
unos pequeños “cuernos”. Nos impresiona verla tan cerca, y eso que tenemos
cuidado para que no se moleste y nos devuelva el saludo.
Ahora es hora de
conocer a la araña dorada o nephila, que casi podría asegurar que en el país hay tantas
como humanos, o más. Su característica es que tejen un
hilo muy resistente que con los rayos del sol se ven dorados, que se puede
utilizar para la pesca y en algunos países (ya que es ubicua mundialmente) lo
utilizan para elaborar prendas de vestir. A pesar de mi repelús al tenerla tan
cerca, tanto que como te descuides te la llevas en las narices con telaraña y
todo, tengo que reconocer que resulta bella con sus colores.
Algunos tramos del
paseo se realizan sobre pasarelas de madera, ya que la lluvia convierte la zona
en un barrizal impracticable.
En el suelo vemos
infinidad de agujeros, de todos los tamaños, en ellos viven los cangrejos
ermitaños, con una tonalidad anaranjada y ¡azul!, ¡que simpáticos resultan!
Tras un trecho sin
ver el mar, volvemos a él, pero ¿veis la barrera de telarañas y arañas que hay
para llegar?, sinceramente era tremendo, todas ellas eran Nephilas. Boa nos
cuenta la historia de una pobre mujer que padecía aracnofobia, y que cuando realizó
esta excursión terminó entrando en pánico, llorando sin cesar… yo que tengo otra fobia,
la claustro, la entiendo perfectamente. Más adelante, ya no hay telarañas y el
mar tiene otra vista.
Entre las hojas de un
árbol, otra serpiente bocaracá, de nuevo de color amarillo, mucho más escondida que la anterior.
Al igual que veremos
infinidad de arañas Nephila durante el viaje, también veremos infinidad de
hormigas cortahojas, en este caso realizando su laboriosa tarea en el tronco de
un árbol.
Un vídeo para mostrar
su incesante trabajo, ¡que cansancio!
Que sí, que sí, que
seguimos teniendo el mar a nuestro lado, y en ocasiones vemos a bañistas
ocasionales, paseantes por cuenta propia que aprovechan estas pequeñas playas
para refrescarse... y nosotros lo haríamos con gusto.
Unos alaridos nos
hacen mirar hacia las copas de los árboles, son unos alaridos muy fuertes, a
los que también nos acostumbraremos durante el viaje, se trata de los monos
aulladores, también llamados monos congo, que han salido a saludarnos a gritos.
Os lo acerco, porque
a esta distancia casi que ni desde abajo se veía. El mono aullador es
herbívoro, y sus aullidos pueden oírse a más de 1 km.
En 1.920 la compañía
petrolera Sinclair Oil Company llegó a Cahuita, construyó una torre, comenzó la
perforación de pozos en busca de petróleo en el viejo Cahuita y un campamento
para sus trabajadores al lado sur de Duncan Creek, actual río Perezoso. Un
incendio que duró una semana destruyó la torre, tras lo cual cerraron el pozo y
se fueron a Puerto Viejo. En la década de 1980, según nuestro guía la fecha
marcada debería corresponder a esta y no a 1910, la compañía Harken obtuvo
licencia para realizar prospecciones en el parque, ¿cómo?, pero afortunadamente
al final lo cerraron, en teoría el gobierno no autorizó la instalación de
torres por el daño medioambiental que se podía producir. Independientemente del
baile de fechas, un auténtico despropósito, despropósito económico que nos hace
perder ecosistemas muy valiosos en todo el mundo.
Salimos de la "jungla" junto a la desembocadura
del río Suárez, que tenemos que cruzar, y solo hay dos formas: caminando por un
tronco resbaladizo a modo de puente, que unos "simpáticos" niños se encargan de
mojar y mojarnos (a la caza del turista), o directamente entrar en el río, acto que yo realizo, porque
si al final me voy a caer, mejor hacerlo sin torcerme nada, que quiero seguir viajando por el país en perfecto estado de mis miembros a ser posible.
Y la playa, la
magnífica playa Blanca, que a pesar del buen tiempo no está muy concurrida.
Un cangrejo ermitaño
sale a despedirnos (seguramente pensando: "tanta paz llevéis como dejáis").
Y junto a nosotros
pasan dos mapaches corriendo, pero no hubo manera de que se quedaran quietos y
posaran para una fotografía, por lo menos los hemos visto de refilón. Y cuando ya lo
dábamos por perdido, uno de los animales que todos queremos ver asoma entre las
hojas de los árboles, bueno decir hoy que hemos visto a un perezoso sería toda una
proeza, vemos una gran bola de pelo grisáceo, pero nos hace mucha ilusión. Tendremos que esperar a llegar a la Reserva Biológica Bosque Nuboso de Monteverde y al Parque Nacional Manuel Antonio para verlos con claridad, y sonreír ante sus lentos movimientos y su cara con antifaz.
La naturaleza quiere
seguir sorprendiéndonos, ahora con un curioso saltamontes negro con antenas
anaranjadas.
Un gran termitero,
¡me pica todo!
Salimos a la entrada
del parque por el sector de Playa Blanca, que es por donde se debe entrar, la otra entrada es el control de Puerto Vargas, a unos 8 km de paseo desde aquí.
Una lista de actos prohibidos en el parque (sentido común y respeto por la naturaleza).
Tal y como salimos de
la caminata por el parque hubiera venido bien un baño en la playa o una ducha pero no hubo
tiempo.
Caminamos por
Cahuita, cuyos locales de restauración, hoteleros o tiendas tienen un alegre colorido caribeño, como el que encontramos en Puerto Viejo de Talamanca.
Tenemos la comida
incluida en la excursión, y nos llevan a El rincón de Sandra, para degustar por
supuesto comida afrocaribeña. En esta soda no sirven alcohol, y
nos tomamos dos refrescantes zumos de piña y mango.
Para elegir hay
pescado o pollo, y los dos nos decantamos por el pollo con salsa caribeña, aunque casi por los
pelos, porque creo que fueron las dos últimas raciones que había. En este caso
el rice and beans no va mezclado, el arroz y las judías van por separado. No
estaba malo, pero nos gustó más el pollo de la soda Shekiná en Puerto Viejo de Talamanca.
Tras la comida nos
reparten por los diferentes hoteles en los que estamos alojados, y por la tarde, aunque en un principio
teníamos planeado acercarnos a playa Cocles, e incluso darnos un chapuzón,
decidimos que nos quedamos en la piscina del hotel para descansar algo, que
parece que no, pero la mañana ha sido intensa, no extenuante, y sobre todo, muy
gratificante, no esperábamos ver la cantidad de animales que hemos visto,
porque una cosa es leer las experiencias de otras personas y otra la
posibilidad de tener la suerte de coincidir con los animales en tiempo y
espacio, que esto no es un zoológico en el que a las horas de la comida te
aseguras verlos, es un maravilloso espacio natural con mucha vida.
Por la noche hoy si me aplico Relec para evitar las picaduras de mosquitos, que anoche tuvieron un festín a mi costa.