9 de junio de 2017

Costa Rica - De Puerto Viejo de Talamanca a Tortuguero



Un intenso viaje

Hoy toca madrugar, a las 5.30 de la mañana pasan a buscarnos al hotel Cariblue de Puerto Viejo de Talamanca y menos mal que hemos ido pagando las cenas en el momento, porque en recepción no había ni un alma a esa hora tan temprana, aunque supongo que esto lo tienen organizado y nos hubieran pasado la factura la noche anterior, porque si no más de uno se marcha sin pagar. Por supuesto no hay desayuno, aunque no miré si había un servicio de café dispuesto como ocurre en otros hoteles (en el hotel Altiplánico de San Pedro de Atacama por ejemplo) para por lo menos tomarse algo antes de viajar. 


Nuestro destino es al norte del país, a Tortuguero y su Parque Nacional, pero para llegar allí no lo podemos hacer directamente por la costa porque no hay carreteras, lo que hay son barras costeras (formaciones de tierra sobre el agua), ríos y canales, así que tenemos que dar un “pequeño” rodeo. En esta ocasión el viaje lo hacemos solos con el chófer, un dicharachero que a estas horas de la mañana nos vuelve locos con tanta plática. Volvemos a pasar por Puerto Limón, aunque ahora vemos mucho más de la población que a la ida, ya que pasamos por más calles -no sabemos el motivo, si es por circulaciones permitidas o prohibidas o antojo del conductor- y volvemos a circular por la carretera 32, pasando por una población de curioso nombre. 




De nuevo la parada técnica la realizamos en Guápiles, como lo hicimos en el viaje de San José a Puerto Viejo de Talamanca, y en esta localidad nos deja este transporte para pasar a manos de la organización del hotel contratado en Tortuguero, el hotel Manatus. En el Café Nava nos ofrecen un desayuno, aunque nosotros somos los últimos en llegar, así que habrá que darse prisa para no retrasar al grupo, que está terminando sus desayunos, pero nunca hay que olvidar que esto es ¡Pura Vida!, así que el servicio no es precisamente rápido, y al final, hasta tuvimos tiempo para esperar y todo.




Comenzamos el viaje en dirección noreste en compañía a lo que serán nuestros compañeros de excursiones durante dos días, una familia española de cuatro personas, y una madre y una hija de Colorado. Un trabajador del hotel, encargado de las idas y venidas de los clientes, nos acompaña durante el trayecto y nos va informando un poco sobre las instalaciones del hotel y sus posibilidades de excursiones que están incluidas y que no lo están en el paquete contratado. 




Pasamos por el pueblo de Cariari




Durante el trayecto realizamos una pequeña parada -sin bajar de la furgoneta- para ver el manejo de los plátanos, enfundados en bolsas azules y circulando cual ropa en una tintorería por una cinta transportadora, una herencia de la United Fruit Company




Al tiempo que la carretera se va volviendo peor en su asfaltado, el paisaje es llano, con grandes prados donde pastan las vacas. 




Finalmente la carretera pasa a convertirse en un camino de tierra, en el que no dejaremos de botar durante todo el trayecto. 




Finalmente llegamos al embarcadero de La Pavona, un caos de personas y maletas. 




Algunos esperan el transporte para volver y otros para comenzar el viaje, como nosotros. Ahora pasamos a manos del que será nuestro guía durante los días siguientes, un trabajador del hotel que para nosotros también será nuestro ángel particular, Luis. Nos deja esperando en la estación del embarcadero, donde están las taquillas para comprar los billetes para tomar las barcas y donde además hay un restaurante, una tienda y sobre todo, baños; todo lo necesario para pasar una espera más agradable, que podría ser así si no fuera porque hace un calor y una humedad asfixiante. Nosotros aprovechamos para comprar algunos frutos secos, gominolas y agua. 




Intentamos dar un paseo, pequeño para que nadie nos tenga que llamar a gritos si tenemos que partir, y con la cámara fotografiamos de todo y más, por aquello de matar el aburrimiento. 





Por fin Luis nos llama, la diferencia con otros hoteles es que el nuestro se encarga directamente de nuestro equipaje, no tenemos que cargar con él, Luis y el conductor de la barca, techada afortunadamente, lo han llevado hasta ella. El embarcadero es otro caos (aunque parece bien organizado) de personas y maletas. 




Comenzamos a surcar el río Suerte, con un paisaje maravilloso, y con una tranquilidad para quitar el stress. 




Sobre los árboles vemos las plantas epifitas, de las que ya conocíamos su existencia tras nuestro paso por Australia, en el Woroonooran National Park y en Kuranda aprendimos de ellas. Las epifitas son plantas que crecen sobre árboles sin hacerles daño.




El paisaje de "selva" del humedal de es fabuloso, nos tiene a todos enganchados, tanto por su vegetación como por algunos animales que vamos encontrando, mientras Luis nos cuenta lo que haremos durante los dos días (realmente día y media) que pasaremos en el hotel. 






Salimos al río Penitencia y de este a la laguna Penitencia, y realmente estamos sobrecogidos por la belleza. 




Comienzan a aparecer casas, en ocasiones de particulares. 





El conductor de la barca recibe el apodo, no sé si dado generosamente por Luis, de Ojo de Águila, y con él vemos una iguana verde, por supuesto bien camuflada en la vegetación, que para mí sería imposible de detectar sin este Ojo de Águila. 




Monos aulladores o monos congo en plena comida, con lo que estaban ocupados como para hacernos mucho, además de estar acostumbrados a la presencia humana. 




En el cielo surca algún ave, en mis notas tengo escrito que puede ser una oropéndola de Moctezuma, pero claro en esta fotografía ni se le ve la cola amarilla ni el pico anaranjado, así que nos fiamos de Luis y de Ojo de Águila en su percepción (también puede ser que mi nota esté equivocada). 




Continuamos disfrutando del paisaje, y de la vida verde en el agua, que podría tratarse del jacinto de agua, que está invadiendo descontroladamente el río Guadalquivir, causando no pocos problemas, pero es que en nuestro río es una especie invasora y no es su hábitat. 




Salimos a la laguna Tortuguero, pasando por el pueblo de Tortuguero




Finalmente llegamos hasta llegar el embarcadero del hotel. El viaje ha resultado ser una aventura, en la que hemos disfrutado de increíbles paisajes, de la calma de las aguas, del verde cautivador, de los ruidos selváticos…




Hacia delante la laguna continúa, pareciendo infinita, pero su fin se encuentra en el mar Caribe. 



Mapa del recorrido en dos tramos: