El
milagro de la vida
A las 15 h tenemos
que estar en el embarcadero del hotel para realizar la primera excursión, vamos al pueblo
de Tortuguero, por supuesto en barca. Nos bajamos junto al Sea Turtle
Conservancy, organización dedicada a la conservación de las tortugas, y que nos
hubiera gustado visitar, pero la mayoría del grupo decidió que no, y no era
cuestión de hacerles esperar (esto es lo que tiene la mayoría y la democracia,
no solo es cuestión de “yo tengo derecho”; también podríamos dicho nosotros
entramos y luego nos encontramos ¿dónde?, pero preferimos no hacerlo). No se puede decir que 2$ es caro,
independientemente de si merecen la pena o no, además su destino son las
tortugas y su protección, con lo que el fin justificaría el pequeño desembolso.
En el exterior del centro hay
información, unos paneles nos cuentan la historia de
Tortuguero, cuyos primeros habitantes, en época precolombina, eran cazadores y
pescadores, realizando algunas labores básicas de agricultura. Con la llegada
de los españoles, la primera población fue fundada a 40 km de aquí, al norte,
pero solo estuvieron allí dos años, mudándose a otros lugares. Al sur se
establecieron plantaciones de cacao, pero su cosecha era robada por bandas de
la tribu Zambo-Miskitos, y la costa del Caribe pasó a estar dominada por ellos y
por esclavos negros que se habían escapado o salvado de algún naufragio, hasta que
en 1848 se abandona la última población de cacao.
En el siglo XVIII ya
se sabía de los miles de tortugas que desovaban aquí, y los Zambo-Miskitos
las cazaban para comerciar con su carne y su concha con los europeos.
Cuando se completa el
ferrocarril Puerto Limón-San José en 1890, en la costa caribeña ya existía una
amplia comunidad de jamaicanos, que habían llegado para la construcción de la
vía férrea, y con ellos se instalan tanto su idioma como sus raíces africanas.
Con la creación de fincas bananeras, los afrocaribeños pasan a trabajar en
ellas.
A finales del siglo
XVIII y comienzos del XIX se inicia a gran escala la exportación de la tortuga
verde, que luego eran cargadas en Puerto Limón para ser enviadas a Europa y
Estados Unidos.
En la década de 1940
se abre el primer molino aserradero, llegando más población para trabajar en
él, así como en las siguientes compañías que se crearon. Se mejoró el
transporte, se abrió una escuela, el médico llegaba eventualmente… pero el
negocio no prosperó y una a una las compañías fueron cerrando, dejando una población
saturada sin futuro económico, por lo que volvieron a sus orígenes: la pesca,
la caza y la agricultura, y por supuesto seguían comerciando con las tortugas,
vendiendo la preciada concha de las tortugas carey.
Hoy Tortuguero es un
pueblo tranquilo, volcado en el turismo, con alojamientos, restaurantes,
negocios de excursiones, tiendas.
También hay paneles
informativos sobre las tortugas, las que siempre hemos visto en los
documentales y nos llaman la atención. El desove de las tortugas se realiza principalmente
en julio y agosto, y todas las noches llegan infinidad de ellas hasta estas
playas.
Para los niños, y no
tan niños, las siluetas de una tortuga verde, de tamaño medio y con un
caparazón con forma de corazón; y la tortuga baula o laúd, la más grande, la mayor
en su especie, pudiendo llegar a medir más de 2 m y pesar más de 600 kg, con un
caparazón blando, como de cuero.
Salimos a la playa
caribeña de Tortuguero, en la que está permitido el baño pero hay que tener
precaución por las fuertes corrientes. En esta playa, a lo
largo de unos 35 km de costa, acuden con nocturnidad miles de tortugas, y será
la excursión que haremos mañana por la noche, en la que está prohibido el
uso de móviles y de cámaras para no asustarlas, las únicas linternas y luces son las
que llevan los guías (nosotros llevamos pero no para utilizar aquí, sino
durante el camino para llegar); además es conveniente usar prendas oscuras (la
tortuga es muy sensible a la luz cuando sale a desovar). Esta actividad está gestionada
por guías del parque, aunque Luis ejercerá como nuestro guía para contarnos
cosas y para pedir colaboración con los guías para ir de un lado para otro en
la playa, buscando las tortugas.
Las excursiones, 35$
pagamos nosotros, se realizan en dos turnos, y se realiza un sorteo entre los
lodges y las empresas que las ofertan; a nosotros nos tocó el segundo, a las
diez de la noche, por lo que primero cenamos y luego paseamos. También se puede
realizar una excursión privada, mínimo cuatro personas, cuyo coste es superior y se realiza en una zona más alejada,
pero no conseguimos hacer grupo y no fue posible hacerla.
A Tortuguero llegan
cuatro tipos de Tortuga: carey, careta o boba, y laúd.
Nosotros fuimos
inmensamente afortunados, porque vimos llegar tortugas desde el mar, las vimos
excavar los agujeros en la arena, ¡las vimos desovar!, las vimos tapar los
huevos y finalmente las vimos volver al mar con la tarea ya hecha (un trabajo
extenuante). Naturaleza en estado puro y con mucho respeto por parte del gran
número de personas que estábamos allí concentrados en varios grupos, muy
silenciosos y atentos a las indicaciones (impresiona que seamos capaces de
comportarnos tan bien).
Las tortugas desovan
un promedio de cien huevos, y el sexo se determina por la temperatura que
alcancen en su nido, a mayor temperatura, mayor posibilidad de hembra. El
período de incubación dura unos 60 días, y rompen la cáscara con un pequeño
pico de su boca; permaneciendo allí algunos días más hasta que finalmente
comienza la lucha para salir del nido, que no es nada fácil, ya que empiezan a
subir por las paredes del mismo pero acaban cayéndose, y con ellas también cae arena que se
va amontonando en el nido y así eleva el nivel del mismo, hasta que finalmente
salen todas en dirección al mar, eso sí a la madrugada. Como un sello
memorístico, las hembras volverán aquí a poner sus propios huevos.
El peligro para los
huevos de tortuga son los mamíferos que están al acecho, en la playa vimos
bastantes mapaches a la espera para obtener su comida, y te dan ganas de quedarte
junto a los nidos para intentar asustarlos (también tienen derecho a alimentarse, pero esto produce tristeza, unos huevos indefensos, pero la ley de la naturaleza es implacable).
Afortunadamente la
caza indiscriminada de tortugas terminó en la década de 1960, promulgándose una ley de
protección. Antes, en 1956, el doctor Archie Carr, que descubrió Tortuguero
como el lugar más grande donde desovaba la tortuga verde, creó el Caribbean
Conservation Corporation, un centro dedicado al estudio de las tortugas y a su
protección.
Fuimos testigos de un
espectáculo natural magnífico, aunque ciertamente me pregunto si no nos
bastaría con unas buenas cámaras con las que grabaran los guías en el momento, y que lo
disfrutáramos en una gran pantalla, posiblemente a la mayoría no le gustaría,
pero aunque parece que las tortugas no se quejan, no creo que sea agradable
para ellas. También desconozco si el acceso a esta playa tiene horario y como regulan su acceso.
Desde la playa
accedemos al pueblo de Tortuguero, que cuenta con una población de unos 650 habitantes, un
centro médico (que desafortunadamente tendremos que visitar) y una escuela,
donde los niños estaban estudiando, aunque algo despistados por la marea de turistas que los miraban, al tiempo que ellos devolvían nuestras miradas.
Llegamos al embarcadero, donde antes se encontraban los molinos aserraderos, decorado
con las figuras de un tucán y de un guacamayo verde, a modo de gigantes y
cabezudos. Este será nuestro punto de encuentro para volver al hotel en una
hora, tiempo del que disponemos para pasear por nuestra cuenta (pero volver al
centro de tortugas no fue una opción).
Las papeleras
(bastante bien utilizadas por cierto) son simpáticas, haciendo alarde de la
fauna del lugar.
Por el pueblo no
paseamos realmente, lo hicimos por su calle comercial.
Donde vemos su
iglesia, muy sencilla pero nos parece coqueta.
En el pueblo se han
dejado algunas máquinas de los aserraderos, ¿para recordar no cometer los
mismos errores?
De repente un
griterío y una multitud corriendo y mirando a la copa de un árbol.
El griterío era tanto
humano como animal, en el árbol unos guacamayos “cantando” delataban su
presencia, aunque yo con mis ojos naturales no era capaz de distinguirlos; en la primera fotografía se ve la colorida cola a la derecha, ¿la veis?; y en la segunda fotografía su colorido cuerpo con la cabeza volteada. Con paciencia y buscando mejores ángulos posiblemente tendríamos una mejor fotografía, pero lo mejor fue el momento.
Vamos pasando por la calle principal, donde hay
cafés, sodas, restaurantes, tiendas…
Disfrutamos de la
vegetación, se trata de la planta llamada ave del paraíso (o heliconia) y del hibiscus (o flor de Sarón, que nos lleva a nuestro interesante viaje por Corea del Sur).
Nos tomamos un coco
fresquito, que no resultó demasiado bueno, no sé si hubiéramos elegido el
de tamaño más grande si nos hubiera gustado más, o fue el azar o el dependiente el que nos
dio de los menos dulces y sabrosos.
Tras pasar por
algunas tiendas, en las que realizamos algunas bonitas compras, volvemos al
embarcadero y al hotel, que las actividades continúan.