22 de noviembre de 2017

España - Asturias - Real Sitio de Covadonga


Un santo lugar

Una vez comidos y algo recuperados de nuestra excursión por los lagos de Covadonga, haciendo la ruta PR-PNP02, volvemos hacia Covadonga, donde ahora paramos para visitar su Real Sitio, ya que la niebla ya ha despejado respecto a nuestro paso por aquí esta mañana. Etimológicamente, Covadonga es una construcción del latín cova dominica, que significa “cueva de la señora”. 


En una explanada se alza la estatua de Don Pelayo, realizada en bronce por Gerardo Zaragoza en 1964, en recuerdo de la batalla del 28 de mayo del año 722, en la que el príncipe astur Don Pelayo, al frente de un puñado de fieles, frenó al ejército árabe tras el pacto firmado cuatro años entre astures y cántabros para esta labor. Se cuenta que la intersección de La Santina (nombre popular de la Virgen de Covadonga) fue fundamental para esta victoria. El lugar y Don Pelayo son símbolo de la resistencia a los musulmanes y el origen de la Reconquista.


La Sala Capitular del Monasterio de San Pedro, que alberga una biblioteca y un salón de recepciones. 


Frente a la Sala Capitular, la Basílica de Santa María la Real de Covadonga, construida entre 1877 y 1901 con piedra caliza rosa de la zona sobre el cerro del Cueto, bajo proyecto del arquitecto Federico Aparici e ideada por Roberto Frassinelli en estilo neorrománico. El Papa León XIII le otorgó el título de basílica. 


Su fachada occidental está flanqueada por dos torres, en las que hay instalado un reloj de carillón de campanas que hace sonar la melodía del himno de Covadonga: “Bendita la Reina de nuestras montañas, que tiene por trono la cuna de España…. "


El interior a estas horas de la tarde ya sin luz, se ve algo oscuro. 



Como estamos en Navidad, hay un Belén montado. 


Damos la vuelta por el exterior de la basílica para ver su arquitectura, y de paso contemplar el magnífico paisaje que nos rodea. 




Tenemos una bonita visión de la Santa Cueva y de la Real Colegiata de San Fernando, construida en 1599. 



Caminamos por el complejo, pasando junto al edificio que aloja el Museo de Covadonga, situado en un edificio que también forma parte del Monasterio de San Pedro, en el que se puede conocer la historia del santuario. 


Nos dirigimos hacia la Santa Cueva, a la que se puede acceder por este túnel bajo la roca, o subiendo unas escaleras, 101 escalones que suben los peregrinos de rodillas. 



Antes de entrar levantamos la mirada sobre la colina a nuestra derecha para ver La Campanona, una campana realizada por la Compañía Metalúrgica de La Felguera, con un peso de 5.000 kg y una altura de 3 m, que fue primer premio y medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1901. Hay unas escaleras que conducen hasta ella, pero las dejamos pasar. 


Ahora sí entramos en el túnel, que al principio está iluminado con velas, ofrendas de fieles o visitantes. 



Tras un corto trecho a la izquierda hay una oquedad en la roca, y delante de ella un conjunto de tres cruces. A través del hueco se ve la basílica, un bonito marco, y una típica fotografía. 


Algo más adelante, también a la izquierda, hay un pequeño balcón desde el que se ven las escaleras de subida, que nos hemos evitado; así como la pareja de leones, realizados en mármol de Carrara, que custodian la entrada al lugar santo, a ambos lados de la carretera.


A nuestros pies también hay un pequeño lago, en el que en buenas condiciones lluviosas cae una cascada del río Deva; en este lago la gente tira monedas en busca de fortuna (aunque este acto más parece mostrar que dilapidan la poca que se tiene). También está la fuente de los Siete Caños, que según la tradición (y una canción) asturiana si se bebe su agua “la neña que d’ella bebe, dentro del añu se casa”. 


Desde este balcón si bien no se ve la imagen de la Santina, si la tenemos de la capilla contigua. 


Se sube un pequeño tramo de escaleras, que sobre todo para los días de muchos visitantes está separado en dos zonas, una para entrar y una para salir, pero hoy somos pocos y alborotados, con lo que hacemos lo que queremos. Entramos al pequeño santuario, en el que está prohibido realizar fotografías, pero este acto estará más controlado los días de gran afluencia de visitas, porque si todo el mundo se para lo que se formaría sería un atasco demencial. 

Esta cueva fue el primer cuartel general de Don Pelayo y esta capilla es fruto de una remodelación realizada en la década de 1940.


La imagen de la Santina, la Virgen de Covadonga es del siglo XVI, sustituyendo a la original que resultó destruida en un incendio en 1777; posteriormente desapareció durante la Guerra Civil y apareció en la Embajada de España en Francia en 1939. Las joyas originales se exhiben en el Museo (no están los tiempos para tenerlas al aire libre y al alcance de las manos de todos). Rodeando a la Virgen, aunque no se ven con claridad, las figuras de algunos reyes asturianos, realizados por Juan José García –vistos rápidamente parecen las figuras de los premios Oscar, y pido perdón por de antemano por si ofendo con esta comparación-. 

A pesar de ser pocos visitantes, no nos explayamos con las fotografías e intentamos hacerlas rápidamente, por lo que no salen todo lo bien que deberían (en la medida de lo posible solemos acatar las reglas, ya estemos de acuerdo o no, y el saltarlas no nos produce ninguna satisfacción). 


La letra de su himno. 


En el santuario además está el sepulcro de Don Pelayo y de varios miembros de su familia -su mujer y su hermana-, que fueron enterrados en la cercana iglesia de Santa Eulalia de Abamia, trasladándose sus cuerpos a este lugar en época de Alfonso X; y el sepulcro del rey Alfonso I, casado con una hija de Don Pelayo. 



Abandonamos el santo lugar y  tenemos la última bonita estampa de la basílica. 


Vamos al hotel, hoy nos tenemos merecido el spa, y aprovechamos todos los chorros del mismo, principalmente los de las piernas.