18 de mayo de 2018

Myanmar - Inwa - Namyin

La torre inclinada

Después de la gratificante visita a Yadana Hsemee Paya volvemos a montar en nuestra carreta y continuamos el trote, digo el paseo, por Inwa, y los niños que pueblan por sus calles (más bien caminos de tierra) nos muestran que no es una ciudad palaciega abandonada, sino que está llena de vida, como también lo demuestran sus campos de cultivo. 


Atravesamos las antiguas murallas que protegían el palacio real de Inwa y fue una bonita experiencia ya que al hacerlo en la carreta le aporta su punto curioso y del pasado. Creo que se trata de la puerta Gaung Say Daga (puerta del lavado de cabello porque los reyes acudían a este lugar a comprar productos para este acto -ya sé, suena muy raro-).
 



Atravesamos campos de cultivos, donde de vez en cuando asoma una estupa, por caminos estrechos, de modo que andar por ellos me parece complicado, a no ser que te metas en el campo para no ser atropellado por las carretas y para no tragar el polvo que su paso provoca. 






Myo está decidido a sorprendernos (había visto el mapa donde tenía señalados varios lugares), o bien es la ruta de nuestro cochero que no se sale de ella, el caso es que paramos en otro lugar de Inwa que no estaba incluido en el planning, y al que yo tenía echado el ojo, Nanmyin, la torre vigía de 27 m de altura, lo único que queda del palacio construido en 1822 por el rey Bagyidaw. 




El terremoto de 1838 derribó la parte superior, siendo reconstruida posteriormente, pero la parte inferior ha quedado muy dañada, y aunque antes se permitía subir a la torre, ahora su paso está cortado. Nuestra intención era subir, pero viendo la inclinación y los pilares con grietas creo sinceramente que no lo hubiéramos hecho finalmente aunque no hubiera estado vetado el acceso. 



Por regla general, junto a la entrada de cada monumento hay una fila de puestos de venta de artículos varios, además de personas con ellas en las manos; lo más doloroso es ver a niños con dibujos (supuestamente realizados por ellos) para venderlos, y sabes que comprarlos no es lo bueno, pero a lo mejor representa el vaso de leche de la noche…está claro que se haga lo que se haga nunca será lo acertado, pero creemos que los donativos a asociaciones u ongs serán más efectivos y posiblemente permitan la escolarización de estos niños y no su "trabajo" de vendedores. 


Ni los monjes se libran del consumismo aunque se trate de artículos creyentes. 


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