5 de marzo de 2018

Myanmar - Yangón - Lago Kandawgyi


El ave que flota

Terminada la comida en el Padonmar Restaurant continuamos nuestro paseo por la ciudad con Myo, en coche volvemos hacia la zona norte de la ciudad, no muy lejos de Shwedagon Paya, y ahora es cuando nuestra paciencia alcanza y rebosa su capacidad, el tráfico es tremendo, y después de casi media hora en la que no nos movimos casi nada, Myo decide que bajemos y vayamos andando ¡Aleluya!, es preferible esto que seguir encerrados, aunque claro la diferencia está en que en el coche vamos frescos con el aire acondicionado y en la calle hace un sofoco tremendo.

Entramos en los terrenos del lago Kandawgyi, un lago natural. 


El lago está rodeado (no sé si en su totalidad) por unas pasarelas de madera, que no están precisamente en muy buen estado, algunas tablas se mueven, y lo que es peor, algunos clavos están salientes, por lo que hay que tener mucho cuidado donde se pisa, más teniendo en cuenta que como calzado llevamos unas chanclas. Quitando estas "cosillas", el entorno es bonito en su conjunto. 




En realidad no hemos venido a pasear, solo hemos venido a ver desde la lejanía el Karaweik Palace, una reproducción de una barcaza real –Pyi Gyi Mon-, construida en hormigón en 1972. Karaweik es la traducción de Garuda, el mítico pájaro que monta el dios Vishnu. 


En la parte delantera de la barcaza hay dos figuras de karaweik, de cuyos picos cuelgan unas bolas doradas; la parte trasera son las colas de las aves; y en el medio hay un tejado de siete alturas, pyathatt, profusamente decorado y dorado. La barcaza alberga un restaurante y un teatro, donde se celebran espectáculos de danza tradicional por las noches. No nos acercamos a la barcaza, no lo hacemos ahora ni lo haremos por la noche no nos mereció la pena, era bonita verla en la lejanía y pensar que era original, disfrutando de su reflejo en el lago. 


En el lago también está el santuario de Shin Upagot, que es el Bodhisattva que protege en los momentos de peligro de muerte. 


Caminamos un poco, eso sí con mucho cuidado sobre la pasarela de madera, y además Myo va pendiente y nos va avisando, con lo que estamos en alerta permanente. Pasamos por un pabellón de descanso, donde tristemente la basura (dejada por humanos) campa por su suelo, y lo que podría ser un lugar idílico no se acerca ni por asomo.



Llegamos a la entrada del santuario. 


Aparte de las figuras normales, como ya va siendo costumbre, nos encontramos con otras más simpáticas y atípicas, con el detalle de las bombillas sobre las cabezas de muchas de ellas, que al menos son bombillas de bajo consumo. El mundo fe birmano es realmente sorprendente, para nosotros emparentado con los parques de atracciones y las ferias, incluso de un pasaje del terror (esos gemelos saludando nos llevan hasta la película El resplandor con facilidad), y es que las figuras tienen un punto sorprendente en la mayor parte de los casos. 









En el santuario hay una representación que creo se trata de la Roca Dorada, un lugar de gran devoción y peregrinaje en el país, lugar al que no llegaremos nosotros, ya que el planning para llegar llevaba casi dos días, para luego que no me dejaran entrar, ya que las mujeres no somos bienvenidas, así que tenía que verla desde lejos, y eso a pesar de tener que hacer una parte del camino con los pies descalzos, pues va a ser que no, que a pesar de lo bonito que parece no me compensa llegar. 


No paseamos más, el lago sería bonito al atardecer con las luces de la barcaza real, y sobre todo con el reflejo de Shwedagon Paya en el agua, pero para esta hora todavía queda mucho tiempo por delante.