4 de abril de 2018

Myanmar - Vuelo de Yangón a Mandalay

On the road to Mandalay, Rudyard Kipling

Hoy toca uno de esos buenos madrugones vacacionales -si no hay, parece que no son vacaciones totales-, a las 4 de la mañana suena el despertador porque a las cinco Myo pasará a recogernos para ir al aeropuerto. A pesar de las horas tan tempranas, en la zona de desayunos del hotel Governor's Residence tenemos a nuestra disposición una máquina para hacernos un café o un té (todo un detalle), aunque a estas horas no apetece nada todavía.

Vamos a la zona de salidas nacionales del aeropuerto de Yangón, zona que está casi recién estrenada, y que va teniendo poco a poco tráfico de gente según adelanta la mañana. 


Facturamos las maletas y nos quedamos con dos de mano, por si acaso que nunca se sabe que puede pasar con ellas; en principio respetan las medidas (un poco justas) y el peso (vamos teniendo cuidado). Pasamos el control de seguridad, donde aparte del arco somos cacheados manualmente y con un aparato que detecta metales o lo que sea. 



Como nuestros boarding pass de Yangon Airways, la aerolínea birmana con la que volaremos, serán recortados hacemos una fotografía de recuerdo. 


Nos queda una hora por delante de espera, ya que el vuelo es a las 6.30 h. 


Miramos los cafés y las pocas tiendas que hay y sobre todo que a estas horas están abiertas. Todo reluciente, se nota su reciente remodelación.




Aprovechamos para tomar un café y un chocolate (3.500 kyats cada uno), además de usar el wifi del local. 


Sobre las seis y cuarto de la mañana pasamos la puerta de embarque para que nos acerquen a la pista en un autobús con plazas sentadas (nos estamos acostumbrando a estos buenos modos).

El avión en el que volaremos es un ATR 72-212, con turbohélice y configuración de dos y dos asientos. 



Sobrevolamos Yangón, en su enorme extensión, y vemos una de sus  muchas pagodas (Myanmar desde el aire es casi una pagoda continua). 





Desaparecen los edificios y aparecen los campos de cultivo, el verde, el agua, el maravilloso paisaje birmano. 



Nos dan de desayunar, un pan-bollo relleno de salchicha con algo de kétchup y un pastelito tipo “pantera rosa”. 



Lo mejor se encuentra en el carro de bebidas, tienen una botella de ¡Mirinda!... ¡está caliente!... no, estaba bien, es un recuerdo del magnífico corto de Alex de la Iglesia. 


El vuelo va llegando a su destino. 



Tras algo menos de hora y media aterrizamos en el Aeropuerto Internacional de Mandalay, por lo que también es un lugar de acceso desde fuera del país, una alternativa para saltarse Yangón si así se cree oportuno. 



Esperamos nuestras maletas y pasamos un control de pasaportes. 


Estamos On the road to Mandalay, título de un poema de Rudyard Kipling, que utilizo como título de esta entrada.